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lunes, 26 de octubre de 2020

Amor empieza por desasosiego - Sor Juana Ines de la Cruz

 


Amor empieza por desasosiego


Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos;

susténtase de llantos y de ruego.


Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.


Su principio, su medio y fin es éste:

¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío

de Celia, que otro tiempo bien te quiso?


¿Qué razón hay de que dolor te cueste?

Pues no te engañó amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso.


Con el dolor de la mortal herida


Con el dolor de la mortal herida,

de un agravio de amor me lamentaba,

y por ver si la muerte se llegaba

procuraba que fuese más crecida.


Toda en el mal el alma divertida,

pena por pena su dolor sumaba,

y en cada circunstancia ponderaba

que sobraban mil muertes a una vida.


Y cuando, al golpe de uno y otro tiro

rendido el corazón, daba penoso

señas de dar el último suspiro,


No sé con qué destino prodigioso

volví a mi acuerdo y dije: qué me admiro?

Quién en amor ha sido más dichoso?


En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?


En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?


Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas.


Y no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,

ni riqueza me agrada fementida,


teniendo por mejor, en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.


Éste que ves, engaño colorido


Éste que ves, engaño colorido,

que, del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores

es cauteloso engaño del sentido;


éste, en quien la lisonja ha pretendido

excusar de los años los horrores,

y venciendo del tiempo los rigores

triunfar de la vejez y del olvido,


es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada,

es un resguardo inútil para el hado:


es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba


Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

como en tu rostro y en tus acciones vía

que con palabras no te persuadía,

que el corazón me vieses deseaba;


y Amor, que mis intentos ayudaba,

venció lo que imposible parecía,

pues entre el llanto que el dolor vertía,

el corazón deshecho destilaba.


Baste ya de rigores, mi bien, baste,

no te atormenten más celos tiranos,

ni el vil recelo tu quietud contraste


con sombras necias, con indicios vanos:

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos.





Sor Juana Ines de la Cruz




Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges