Como atento no más a mi quimera
No reparaba en torno mío, un día
Me sorprendió la fértil primavera
Que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
De las hinchadas yemas del ramaje,
Y flores amarillas, blancas, rojas,
Alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia de saetas de oro,
El sol sobre las frondas juveniles;
Del amplio río en el caudal sonoro
Se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino es la primera
Vez que miro brotar la primavera,
Dije, y después, declamatoriamente:
-¡Cuán tarde ya para la dicha mía!-
Y luego, al caminar, como quien siente
Alas de otra ilusión: -Y todavía
¡Yo alcanzaré mi juventud un día!