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martes, 12 de febrero de 2013

Antonio Machado Fantasía de una nota de abril







Antonio Machado


Fantasía de una nota de abril




¿Sevilla?... ¿Granada?... La noche de luna. 
Angosta la calle, revuelta y moruna, 
de blancas paredes y obscuras ventanas. 
Cerrados postigos, corridas persianas... 
El cielo vestía su gasa de abril. 

Un vino risueño me dijo el camino. 
Yo escucho los áureos consejos del vino, 
que el vino es a veces escala de ensueño. 
Abril y la noche y el vino risueño 
cantaron en coro su salmo de amor. 

La calle copiaba, con sombra en el muro, 
el paso fantasma y el sueño maduro 
de apuesto embozado, galán caballero: 
espada tendida, calado sombrero... 
La luna vertía su blanco soñar. 

Como un laberinto mi sueño torcía 
de calle en calleja. Mi sombra seguía 
de aquel laberinto la sierpe encantada, 
en pos de una oculta plazuela cerrada. 
La luna lloraba su dulce blancor. 

La casa y la clara ventana florida, 
de blancos jazmines y nardos prendida, 
más blancos que el blanco soñar de la luna... 
?Señora, la hora, tal vez importuna... 
¿Que espere? (La dueña se lleva el candil). 

Ya sé que sería quimera, señora, mi sombra 
galante buscando a la aurora 
en noches de estrellas y luna, si fuera 
mentira la blanca nocturna quimera 
que usurpa a la luna su trono de luz. 

¡Oh dulce señora, más cándida y bella 
que la solitaria matutina estrella 
tan clara en el cielo! ¿Por qué silenciosa 
oís mi nocturna querella amorosa? 
¿Quién hizo, señora, cristal vuestra voz?... 

La blanca quimera parece que sueña. 
Acecha en la obscura estancia la dueña. 
?Señora, si acaso otra sombra, emboscada 
teméis, en la sombra, fiad en mi espada... 
Mi espada se ha visto a la luna brillar. 

¿Acaso os parece mi gesto anacrónico? 
El vuestro es, señora, sobrado lacónico. 
¿Acaso os asombra mi sombra embozada, 
de espada tendida y toca plumada?... 
¿Seréis la cautiva del moro Gazul? 

Dijéraislo, y pronto mi amor os diría 
el son de mi guzla y la algarabía 
más dulce que oyera ventana moruna. 
Mi guzla os dijera la noche de luna, 
la noche de cándida luna de abril. 

Dijera la clara cantiga de plata 
del patio moruno, y la serenata 
que lleva el aroma de floridas preces 
a los miradores y a los ajimeces, 
los salmos de un blanco fantasma lunar. 

Dijera las danzas de trenzas lascivas, 
las muelles cadencias de ensueños, las vivas 
centellas de lánguidos rostros velados, 
los tibios perfumes, los huertos cerrados; 
dijera el aroma letal del harén. 

Yo guardo, señora, en viejo salterio 
también una copla de blanco misterio, 
la copla más suave, más dulce y más sabia 
que evoca las claras estrellas de Arabia 
y aromas de un moro jardín andaluz. 

Silencio... En la noche la paz de la luna 
alumbra la blanca ventana moruna. 
Silencio... Es el musgo que brota, y la hiedra 
que lenta desgarra la tapia de piedra... 
El llanto que vierte la luna de abril. 

?Si sois una sombra de la primavera 
blanca entre jazmines, o antigua quimera 
soñada en las trovas de dulces cantores, 
yo soy una sombra de viejos cantares, 
y el signo de un álgebra vieja de amores. 

Los gayos, lascivos decires mejores, 
los árabes albos nocturnos soñares, 
las coplas mundanas, los salmos talares, 
poned en mis labios; 
yo soy una sombra también del amor. 

Ya muerta la luna, mi sueño volvía 
por la retorcida, moruna calleja. 
El sol en Oriente reía 
su risa más vieja.


Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges